Se escogió un potrero de una finca ganadera con vistas compartidas, al volcán Arenal al Este y al Lago Arenal al Oeste.

Se escogió un potrero de una finca ganadera con vistas compartidas, al volcán Arenal al Este y al Lago Arenal al Oeste. El emplazamiento fue cuidadoso para poder aprovechar esta condición excepcional, dormirse viendo la lava del volcán caer y despertar viendo los reflejos matutinos de los rayos del sol sobre el agua del lago. Una casa familiar de finca debía ser grande y amplia, para acoger varias actividades en paralelo.

Un gran techo sinuoso y los grandes ventanales resolvieron este, que era el desafío mayor. Se construyó con piedra volcánica del lugar y madera de níspero de los árboles abatidos por la construcción de un camino en la zona caribeña de Costa Rica. Cada pieza de madera fue diseñada con esmero, así lo fueron los marcos y las puertas, la tablilla, las columnas múltiples, las doble puertas de los dormitorios, una que da privacidad y la otra, de celosía para ventilar cruzando el aire.

La construcción demandó un trabajo artesanal de picapedreros y ebanistas de toda suerte.

Un juego de puertas vidriadas de correr combinadas con puertas de celosías de madera permiten acondicionar la temperatura y comunicar la casa con el ambiente exterior. A veces el viento y la lluvia se tornan inclementes por lo que se previó un sistema de aire acondicionado para tales circunstancias.

Un agresivo plan de reforestación, con especies nativas, de varias hectáreas a la redonda, ha logrado un entorno excepcional que asienta la casa al lugar.

El propietario, al recibir su casa y en un arranque de entusiasmo generoso dijo: "arquitecto, Dios puso el lugar y usted lo completó".